martes, 15 de diciembre de 2009

Dolores Serrano en el Auditorio Nacional de Madrid


Ayer asistí a un magnífico concierto de cámara en el Auditorio Nacional de Madrid. En homenaje a Ramón Barce, el pianista Diego Fernández Magdaleno, un virtuoso, interpretó doce temas de absoluto estreno y uno final del propio Barce. Según el productor de cine Carlos Taillefer, que me acompañaba en las butacas junto a mi sobrino Sergio, los compositores del programa erar de primer orden. Él, más melómano que yo, me destacó a Tomás Marco, Claudio Prieto, Agustín González Acilu... Efectivamente, luego pude comprobar que todos ellos, como Teresa Catalán, Josep Soler o Antón García Abril, muy prolífico este en la música cinematográfica, son auténticos maestros. Albert Sardá, Benet Casablancas, Emilio Calandín, Alberto García Demestres, Armand Grébol (su "Barce in lona" me gustío especialmente), Enric Ferrer, Jesús Legido, Jesús Rueda, José María García Laborda, Carme Fernández Vidal, Carlos Cruz de Castro, Jacobo Durán-Loriga, Eduardo Pérez Maseda y David del Puerto fueron el resto de los magníficos autores de la noche.


El programa contó además con un aliciente personal: mi hermana, Dolores Serrano Cueto (en la foto), estrenó "Susúrrame al oído", la pieza que compuso exclusivamente para este homenaje. Y Fernández Magdaleno, según la propias palabras de Dolores, la interpretó con absoluta maestría.

Un concierto, de unas dos horas, que mereció la pena. Bella y expresiva música contemporánea.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Y algún día hablaré, aunque no me dejen

Tengo que hablar algún día de muchas cosas. O estoy mutando en ermitaño o las relaciones sociales cada vez me interesan menos. No hay verdad en casi ninguna de ellas. Intereses muchos. Todos nos movemos por intereses de algún tipo. Pero crees conocer a alguien, das todo lo que tienes, poco o mucho, y luego, al tiempo, cuando el medrar es lo único que importa, ya no hay más en ti...

Tengo que hablar algún día de tantas cosas. De por qué no me gusta comer en las mesas a las que no estoy invitado. De por qué los palacios son más atractivos que las casas de obrero. (Yo me siento obrero.). De por qué no soporto los círculos. Algún día hablaré de verdad de todo esto. Sin metáforas. Por derecho. Porque sí.

Adiós, Paul...


Hoy ha sido enterrado Paul Naschy. Ayer hubo luna llena. El mito sigue adelante. Me hubiera gustado hablar más veces con él. A solas. Como lo hicimos hace unos dos años. Varias horas de charla, casi todos los minutos grabados en una entrevista inédita en la que me contó cosas que ni siquiera salen en su última biografía. Entonces tenía Paul muchas ganas de hablar. Me dijo: "José Manuel, quiero que esta sea la entrevista definitiva. No me quiero callar nada". De aquellas palabras no he publicado aún nada. Las cintas están guardadas en algún baúl de casa. No olvidadas. Algún día se oirá esa voz que me relató cosas tan interesantes. Secretos algunos fuera de cinta. De esto nada puedo decir. Al tiempo nuestra relación, entonces incipiente, se enfrió por mor de algún comentario mío en Horrormanía. De todas las palabras que le dedico a Naschy en este libro, solo unas pocas, muy breves, expresan mi distancia respecto a algunas de sus películas. Pero él siempre me pareció legendario. Antes de conocerlo había oído muchas cosas sobre él; después también. Aún sigo oyendo y leyendo experiencias, vividas o imaginadas, que conforman la leyenda. Alguien me dijo que le habían molestado mis palabras. No se quedó con lo bueno. Lógico: estaba harto de que le vapulearan. Su amigo Luis Alberto de Cuenca escribió una reseña sobre Horrormanía en ABC donde decía que había sentido mi respeto hacia Paul en el libro. Efectivamente: yo le respeté y le admiré (admiro). Sobre todo a él, por encima de sus películas, algunas de las cuales, todo sea dicho, me parecen joyas de nuestro fantaterror.
 
Para no crear malestar a Paul Naschy, incluso rehusé participar en un late night de la televisión murciana donde me habían llamado para hablar de él (con él). A Oché Cortés le dije por teléfono que Naschy se encontraba molesto conmigo y que yo no quería incomodarle. Antes, el mismo Cortés no entrevistó a ambos, primer a mí y luego a él, en un programa de radio. Le dije a Oché que le diera un abrazo mío a través de las ondas. Así lo hizo, pero la reconciliación vino después, mucho después, gracias sobre todo a que en la revista Scifiworld expresé mi admiración hacia él y manifesté públicamente que, aunque seguía manteniendo mis opiniones vertidas en el diccionario, mi cinefagia me impedía no sentir orgullo por nuestro licántropo. Y él, que pudo leer esas líneas, demostró que no tenía el corazón de ogro que tanto le adjudicaban. Su mujer, Elvira, me manifestó personalmente que Paul se había emocionado con mis palabras.


Me lo encontré varias veces más después y estuve en la mesa de presentación de los cómics de Javier Trujillo sobre la obra de Naschy. Allí, con el actor delante, repetí de nuevo mis palabras de la columna de Scfiworld. Y me sentí bien, muy bien. Había cerrado un capítulo enrarecido de mi vida profesional. Aún así, cuando ayer supe de su muerte algo se me rompió por dentro. En los últimos meses perdí muchas oportunidades de hablar con él. En Sitges 2009, festival que recordaré especialmente por diversos motivos, estuve con él brevemente. No quise importunarle demasiado. Manifestaba ya mucho su enfermedad. Siempre he sido respetuoso, casi tímido, con quienes están en un proceso irreversible. Me parece que sus últimos momentos son demasiado importantes como para perderlos conmigo. Me pasó con Fernando Quiñones, escritor gaditano al que también se lo llevó el cáncer, y me pasó con Paul Naschy. Me sobrecoge la mirada del hombre que sabe que le quedan pocos días. Y aún así, Naschy seguía hablando de sus proyectos. ¿Qué pasará con Empusa? Otro conocido en el camino aquí: Carlos Aured.

Ayer me acerqué al tanatorio de la M30 y di mi más sentido pesar a su familia. Elvira me abrazó y me dio las gracias, no solo a mí, sino a todos los jóvenes que en los últimos años hemos hablado de Paul. Me dijo: "se ha ido contento". El gran Paul se ha ido contento. Seguro que ha oído la gran ovación que le hemos dado todos en las últimas horas. Los medios se han volcado con él. Lo merecía. También lo merecía en vida. 

Ayer vi la luna llena mientras paseaba. No podía creérmelo. ¿El destino? Paul se nos fue dejando la luna redonda, envuelta en brumas, como en una de sus películas. Esto solo le ocurre a los mitos.






José Manuel Serrano Cueto

Crea tu insignia