La Asociación Cultural Tántalo, que fundó el poeta granadino afincado en Cádiz, Antonio Rodríguez Lorca, fallecido en 2010, ha tenido a bien rendirle homenaje publicando una antología poética seleccionada por su propio hijo Gabriel, ahora presidente de la asociación y director de la revista cultural Tántalo.
Para alguien que, como yo, conoció a Lorca bien, viviendo con él anécdotas de todo tipo, algunas más divertidas que otras, releer ahora sus poemas es como realizar un viaje en el tiempo para recordar cada una de ellas. Fui, además, testigo de la creación de algunos de esos versos o, cuanto menos, de sus primeras lecturas. Conozco, de hecho, algunos secretos. Me cuesta, pues, ser objetivo al evaluar estos poemas de Rodríguez Lorca, ya que hay demasiada ligazón emocional. Esto no me impide, no obstante, recomendar su lectura porque sí puedo decir, sin sonrojarme, que Rodríguez Lorca tiene ramalazos de genialidad, como cuando habla de la muerte, esa muerte que tantas veces mascullaba: "Al oráculo recurro para saber / por qué, si estoy muerto, no muero", dice en "La última lucha de Hércules". Sus poemas no surgen, como a veces se da el caso, de un deseo de demostración intelectual, sino de una profunda necesidad vital: Lorca necesitaba escribir para entender y expresar su propia existencia.
Este poeta de Húetor-Tájar, donde una calle honra su memoria, conocía a la perfección la métrica y los ritmos clásicos, pero también se manejaba con soltura cuando quería desprenderse de tales ataduras. En el verso libre, que él, de todos modos, nunca defendió demasiado, se encuentran algunos de sus mayores aciertos. No obstante, si hay algo que siempre admiré de él fue su facilidad para componer sus maravillosos títulos, ya fueran de los poemas o de los poemarios: entre los primeros, y por citar los elegidos por Gabriel Rodríguez Morales, "Casida de las hienas", "Si aquí tu nave arriba", "Gacela del momento seráfico"; entre los segundos, Alcandoras, Lo que sucedió y nunca volverá, Sala de espera del expreso al Parnaso, Cóctel de luces y sombras.
Esta Antología poética, Antonio Rodríguez Lorca, número 86 ya de la colección de libros Tántalo, es un justo atributo a alguien que dio mucho a la cultura gaditana. Cádiz no le ha hecho justicia a Rodríguez Lorca, cuyo legado, no solo sus libros, sino sobre todo la revista Tántalo, aún continúa adelante, casi veinte años después de creada. Durante años el llevó a su barrio, La Laguna, conferencias, lecturas poéticas, teatro, conciertos, animando a muchísimos jóvenes a participar. En estos actos estuvieron Fernando Quiñones, Gabriel Baldrich, Manuel Pérez Casaux y otros muchos escritores de más o menos prestigio. Espero que el tiempo le dé su lugar. Mientras seguiré leyendo sus poemas y, sobre todo, recordándole como una de las personas más destacadas de mi vida.
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