miércoles, 16 de febrero de 2011

'Aullidos' corsarios

Hace poco hablé aquí mismo de La maldición de Poe, la extraordinaria obra de títeres para adultos de Teatro Corsario, grupo que tuve el placer de volver a disfrutar el pasado sábado, entonces con el espectáculo Aullidos, cuento de terror basado en La Bella Durmiente. Aunque bastante más cómica que La maldición de Poe, aún así por momentos parece que estemos asistiendo a otra pesadilla poeniana (presentes de nuevo el amor y la muerte, escenarios macabros, poética ultraterrena). El sexo (hard incluso), la violencia y lo sobrenatural dan forma (grotesca) a una fábula con hombres lobo, ogros, espectros y sirenas que, a su vez, sirve, de forma intencionada o no, como alegoría de la necesaria transformación del teatro. Talía, musa de la comedia, da nombre a la protagonista, que despierta tras una violación que, a la postre, será bien recibida por la durmiente. El teatro, efectivamente, sigue necesitando de un cambio que retome su esencia ritual, chamánica, cosa que, de alguna manera, consigue Teatro Corsario con estos espectáculos prácticamente silentes (apenas palabras sueltas, ruidos, música), envueltos de cierto halo místico.

Pero, aparte de las ideas más o menos intelectuales que queramos sacar de Aullidos (quizás pajas mentales), lo importante es que, fundamentalmente, entretiene, fascina, apasiona. Con una soberbia manipulación –de extraordinario dinamismo resulta la carrera del enorme lobo-, Teatro Corsario consigue algo muy difícil: otorgar auténtica vida, como Frankenstein o Pigmalion, a unas figuras que sin embargo no pierden nunca su esencia mágica. Además, tanto La maldición de Poe como Aullidos tienen una duración que juega a su favor: apenas la hora y poquísimo. Esto hace que la obra quede inserta en el subconsciente como un dardo onírico difícil de extraer, un veneno, agradable pero extraño, que crea mono. Definitivamente, el enganche a las criaturas de Teatro Corsario es preocupante.

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José Manuel Serrano Cueto

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